Crecí siendo una niña muy inquieta, rebelde, diferente e inquisitiva. Eso siempre me hizo sentir un missfit (y ahora entiendo que siempre me hizo pensar que necesitaba encontrar una forma de encajar en la sociedad).
La gente siempre va a juzgar, eso es humano. El problema es que esos juicios los aprendemos y los volvemos nuestros. Total que yo estaba luchando constantemente por entrar en el modelo que la sociedad pide que entres. Mucho perfeccionismo, mucha presión, siempre con prisa, siempre quedando bien y sobretodo PROHIBIDO sentir, llorar, enojarse o expresar cualquier emoción “negativa”. Y así iba yo (llena de ansiedad y enfermedades) mostrando cuán perfecta era para los demás. Así seguí muchos, muchos años… Pocas personas podían ver quién era yo en el fondo y esas personas hoy tienen un lugar especial en mi corazón. El resto de la humanidad veía una faceta de mí. Sólo un lado, el lado “adecuado, adaptado, correcto y perfecto”.
Long story short, eso también me llevó a estudiar Psicología… Después una maestría en Terapia Racional Emotiva (TRE). Después de estudiar TRE, creí que lo había entendido todo: uno puede ser feliz. SIEMPRE y (ahora) ser perfecto emocionalmente. Siempre manuro, siempre sensato, siempre sabio. Y así lo hice… Me convertí en Mariana Zen, Namasté.
Cabe mencionar que para este punto ya tenía enfermedad de tiroides y una salud deplorable. Pero no importaba porque yo era perfecta.
Mi salud me llevó a estudiar Health Coaching, certificación que me cambió la vida en cuanto a la salud.
Como puedes ver, pasé de tratar de entenderme y ser “mejor persona” gracias a la Psicología, a creer que había encontrado la fórmula: “ser feliz”. ¡Listo!
Lo apliqué. Estaba siempre contenta (en el fondo triste), siempre alegre (en el fondo angustiada), siempre sintiendo “gratitud” y ayudando a otros (en el fondo tratando de sobrecompensar mis inseguridades y mi necesidad de perfeccionismo).
Ahí estaba yo. Siendo tan feliz que nunca ponía límites (porque entrar en conflicto con alguien implicaría una amenaza para la “felicidad” que trabajaba DURO y ARDUO por tener SIEMPRE...)
Siendo tan feliz que todas las cosas que no me permitía sentir, me enfermaban. Siendo tan feliz que... metí una parte de mi en un cajón. El cajón que le encanta a la sociedad (sí, el de instagram y Facebook).
Sólo que no tome en cuenta un pequeño detalle: Cuando metemos partes de nosotros en cajones, todo lo que no enfrentamos y aceptamos de nosotros mismos, se convierte en un monstruo que adquiere vida… Nos relacionamos parcialmente.
Así que ahí estaba yo: comiendo compulsivamente y después poniéndome a dieta para controlarlo todo. Controlar a quien? A mi bestia...
Ahí estaba yo agrediendo pasivamente a los demás porque no me atrevía a mostrar mi verdadero yo.
Ahí estaba yo “ayudando a los demás” día y toda la noche sin darme cuenta que es sumamente agresivo andar “ayudando y aconsejando” al prójimo sin que te lo pida.
Y ahí estaba yo... el día que me encontré con un libro que me cambio la vida.
Me sentí perdida. Estaba tratando muy duro de ser perfecta, pero ahora, perfecta emocionalmente. Siempre feliz, siempre sonriendo, nunca con problemas. “Todo bien”.
La vida sí va alineando lo que necesitas aprender. Un día fui a dar con un libro que hablaba sobre las heridas de nuestra infancia. Cuando iba en el primer capítulo empecé a llorar al reflejarme con las historias que contaban ahí. Me di cuenta de que había mucho que sanar y que llevaba mucho tiempo tratando muy duro de estar siempre feliz, metiendo a Marianita (chiquita) en un lugar oscuro y solo. En ese momento todo hizo sentido. Empecé a tratarme como me hubiera gustado que me trataran durante mi vida. Empecé a cuidar de mi niña lastimada, empecé a aceptar que soy un ser humano y cometo errores. Muchos. Ese libro me vino a decir: “no necesitas un héroe que te venga a salvar, necesitas salvarte tú y amarte tú”. Ese libro lo estudié como si estuviera haciendo una maestría y empecé a aplicar todo lo que decía ahí conmigo. Tenía que entender que solo atravesando el dolor podemos estar presentes y así lo hice. Tenía que entender que todo lo que no aceptas te lastima.
Empecé a darme poquito a poquito más permiso de sentir. Poquito a poquito más permiso de descansar, empecé a mirarme más, a cacharme cuando estaba cayendo en perfeccionismos y autoexigencias absurdas. Empecé a aceptar que dentro de mi hay mucha complejidad y contradicción y firmeza y flexibilidad y empecé a enamorarme de mi. Apapaché a mi niña lastimada, perdoné a mis padres, me dejé de criticar y empecé a dejar salir a mi yo verdadero. A veces brillando y diciendo namasté, a veces llorando y dándome un apapacho y a veces riéndome mucho de todo y estando más presente.
Esta nueva postura me condujo a estudiar Acceptance and Commitment Coaching. Esto me condujo más a aprender a estar presente y a divorciarme libremente de la estúpida idea de “éxito” y “felicidad” para crear mis propios conceptos. Diseñé una vida propia más conectada con valores que con metas y me quité una mochila de piedras de encima. No sé si mi vida es perfecta pero es mía y no siempre me gusta, pero me amo y me acepto incondicionalmente a pesar de las dificultades ocasionales.
He aprendido a comer cuando es hora de comer, leer cuando es hora de leer, a estar en la naturaleza cuando es hora de estar ahí. A llorar cuando es hora de llorar y estar con mi esposo cuando es momento de estar con él. Creo que ESTAR PRESENTE y AMARTE es el mejor regalo que te puedes dar y quiero compartir eso contigo.
Me encantaría decirte que tengo una formula para vivir. Que tengo un sistema que va a resolver tus problemas y darte la felicidad en 6 sesiones, pero en mi vida he entendido que no hay una receta. Que la vida duele y que la única forma para encontrar quien eres y vivir tu vida, es siendo valiente para enfrentar tu vulnerabilidad y tus demonios.
Este coaching es sumamente intuitivo. Es un camino de exploración y de perdernos juntos para después encontrarnos. Es aprender a tocar el dolor y descubrir que la vida no se acaba. Es aprender a estar más PRESENTES en todo: en el dolor y en la alegría.
Si estás dispuesto a echarte un clavado en tu subjetividad, aquí estaré yo emocionada de acompañarte con un traje de astronauta y una nave espacial para explorar tu mente, tu cuerpo, tu espíritu y tu energía. ¿Te atreves?